Vivimos tiempos confusos en los que la afirmación de lo propio se ha vuelto un sello en la construcción de la vida social y un espacio de opinión debe de partir siempre de la conciencia sobre la responsabilidad que implica difundir un discurso.
Desde la segunda mitad del siglo XIX, y hasta nuestros días, la modernidad ha enfocado sus transformaciones en la mayor eficiencia de la comunicación; el telégrafo, las vías del tren, el cine, la radio, la televisión, la comunicación vía satélite, el Internet, los medios digitales, las redes sociales y el uso de la Inteligencia Artificial, implican un devenir imparable en donde el progreso se sostiene sobre la forma en la que se socializan los discursos.
Sin embargo, esto no significa que estemos mejor comunicados; la información se sigue propagando por medio de la imitación, vivimos un fenómeno innegable de recepción y propagación acrítica de información que nos resuena por sesgos cognitivos que se replican como unidades básicas de información cultural; la información que más se propaga no necesariamente es la más veraz, la más verificable empíricamente o, incluso, la más factible, sino la que genera una mayor interacción por curiosidad, por morbo o por una franca intención de difundir falacias o francas mentiras.
Es por eso que los medios de comunicación tienen la importante responsabilidad de combatir la infodemia. Pero, por desgracia, en México, como en muchas otras partes del mundo, muchos medios siguen coptados por el poder, a través de la opresión y de la censura o de los beneficios económicos que los gobiernos, de cualquier nivel, les otorgan a cambio de que se mantenga una imagen favorecedora de sus administraciones; los poderes fácticos utilizan también su capital económico o social para sostener, apoyar o, incluso, construir discursos que se posicionen para beneficiar sus intereses.
Un espacio de opinión, por consiguiente, debe construirse a partir de la consciencia de existir en ese contexto y de la responsabilidad que implica difundir una postura que, por definición, será sesgada e incompleta, pero ello no debe de implicar, bajo ninguna circunstancia, una justificación para que lo que se difunde sea falaz o francamente artificioso, y es desde esa conciencia y desde ese principio que este espacio se comienza a construir a partir de este texto.
¿Para quién se escribe a través de los medios de comunicación? En las artes escénicas o literarias se reflexiona siempre acerca del público objetivo; los docentes construyen sus clases a partir de una definición muy específica del perfil de sus estudiantes; incluso la publicidad trabaja a través de la segmentación del mercado. Por su parte, los medios de comunicación, impresos, electrónicos o digitales, normalmente hablan a un público más ambiguo, a veces sectorizado en una localidad, en una región o en un país, y sus contenidos suelen diversificarse a partir de secciones o apartados que aluden a segmentos específicos. Todo discurso está construido a partir de la otredad.
Desde la semiótica, en general, y desde la lingüística o la teoría de la comunicación, en particular, se parte desde este conocido esquema jakobsobiano en el que un emisor, que está inserto en un contexto, comparte un mensaje, construido a través de un código compartido, que atraviesa un medio por un canal de comunicación, proceso que suele ser parcialmente interrumpido por algún grado de interferencia, para llegar a un receptor, que en el momento de que es capaz de interpretar dicho mensaje, confirma su recepción y es cuando se convierte en emisor y replica el proceso para construir un ciclo.
Tu lectura es parte del referido proceso para que este espacio exista, por eso, yo soy la otredad, porque los discursos que compartiré a partir de hoy en este espacio, existirán solamente tras recibir una retroalimentación, verificable a través de vistas o comentarios en un espacio virtual, de correos electrónicos o mensajes recibidos que repliquen a esta columna en el medio que la abriga e, incluso, de la replicación en otros medios de este discurso, ya sea completo o en fragmentos. Así que dependo de ti, de esa retroalimentación que te convertirá en el emisor que cierra el ciclo.
Yo soy la otredad, y para ella escribo, es decir, para ti. Así que apelo a tu constante lectura desde la responsabilidad de que mi postura esté sostenida en información verificable, desde una trayectoria de escritura y construcción de opinión que me precede, desde los compromisos de mantener una correcta estructuración del discurso, de la elección pertinente de los temas a tratar y de la constancia.
Asumo mi papel en ese ciclo y te invito a que, a partir del próximo texto, que tendrá una temática más específica que la reflexión de lo que implica abrir un espacio como éste, me sigas leyendo. Te ofrezco que intentaré apelar a tu conciencia, a tu postura sobre lo público y sobre la vida cultural, social y política de San Luis Potosí, de México o del mundo, y que hablaré sobre la relación que tienen las artes, las ciencias sociales y las humanidades con la realidad, sobre temas de interés público y, de vez en cuando, te traeré curiosidades acerca de lo que el ser humano ha construido y de las cuales ha dejado huella.