ROMPER EL FUTURO

Por

Oro

- lunes, agosto 25 de 2025

Está bien, lo confieso: este monero se declara culpable de ser un adolescente ochentero, o “chavo ruco”, como usted prefiera. Dentro del acervo que conforma la cultura pop de mi generación, existe un mítico filme llamado Volver al Futuro (Back to the Future, si lo prefiere en inglés). Y esa película, a pesar de ser una comedia de acción, resulta ser la que expone más fácilmente nuestras suposiciones de cómo sería viajar en el tiempo y qué efectos tendría. Pero también nos enseña que debemos conocer bien la historia de todo lo que conforma nuestra vida.

Todos los ciudadanos reconocemos esa etapa, y nos han hecho repudiarla y aborrecerla como si se tratara de un equipo rival de fútbol soccer. Como si esa fuera la tarea de cada ciudadano: odiar a cualquier otro compatriota que también conforma parte de nuestro país o de nuestra historia. Basándonos en lo que nos dicen sobre ellos —o, aún más, en nuestra propia experiencia—, vamos cargando frustraciones y desesperaciones que terminan por romper un pacto fundado en 1821, cuando los mexicanos decidimos agruparnos en un territorio y llamarnos “República”: los Estados Unidos Mexicanos.

Ese pacto no lo constituyen únicamente las entidades federativas. También lo forman las etnias, culturas y comunidades que las integran. Los distintos estratos sociales y económicos, las regiones con sus climas, su naturaleza y sus tradiciones, forman igualmente parte de esa unión. Claro que hemos visto ejemplos de solidaridad y fortaleza en nuestra patria; lo único que nos divide es la maldita política.

Tratar de dividir generaciones es, como digo, romper con nuestra verdadera esencia: esa de la que los mexicanos nos sentimos orgullosos, la de la unidad, la de la fortaleza en la integridad, la de la soberanía frente a quien intenta someternos. Hoy, quien atenta contra esa naturaleza libre y orgullosa es quien insiste en romper en críticas amargas contra los predecesores, sin reconocer esfuerzos, sino únicamente defectos; sin apreciar avances, sino solamente pecados. Nos hacen odiar no solo a otros mexicanos, sino también a nosotros mismos.

El reconocimiento de la historia no significa que debamos odiar a quienes nos precedieron, sino aprender de sus errores. Enunciarlos y denunciarlos es parte de esta tarea, pero basar en esto una plataforma política resulta, por lo menos, detestable. Es fallar como mexicano.

Quien diga lo contrario cae en vicios que el mexicano debería eliminar, tales como el pretextismo y la evasión de responsabilidades. Las mil veces que dijimos a gritos que personajes como Andrés Manuel López Obrador formaron parte del PRI antes de realizar sus supuestas acciones rebeldes, no eran para hundir a su persona, sino para recordar que fue parte de lo mismo que hoy desprecia. Y que, incluso, sumó dentro de su plataforma a algunos de los personajes más oscuros de aquella época, tales como Manuel Bartlett o Marcelo Ebrard. De pronto, la luz sanadora de la “morenización” les borró todo su pasado y sus errores. Incluso sus crímenes.

El ciudadano común se encoge de hombros y repite el mismo argumento: que el crítico está ardido por haber perdido. Como si estuviéramos hablando de un partido de fútbol.

Hoy, con evidencia clara de que los mismos vicios que se criticaban al régimen anterior se están repitiendo en este, volvemos a encoger los hombros. Y con cinismo —y hasta cierto masoquismo— respondemos: “¿Y qué tiene? Ahora quiero que me robe Morena”. Debe quedar constancia de que esa era nuestra actitud ante los hechos históricos increíbles que estamos viviendo. Pero hay quienes no dejaremos de señalar el actuar hipócrita de quienes hoy detentan el poder, y que marcan una nueva época en nuestra historia.

Una época que, seguramente, nos avergonzará en el futuro, como sucedió con la anterior. Ojalá no llegue el día en que quienes apoyaron al Movimiento de la 4T sean odiados o usados como cabezas de turco. Quienes deben pagar son únicamente los políticos que cometieron delitos y errores.

Alguien tuvo la “genial” idea de denominar al régimen priísta de 70 años como la “dictadura perfecta”. No tardaron en sumar los dos sexenios panistas dentro de ese mismo periodo y cerrar la cuenta en 2018, cuando llegó la alternancia hacia la izquierda. Esta época histórica quedó marcada también por un evento global sin precedentes: la pandemia del COVID, con todas las consecuencias culturales, políticas, sociales y económicas que trajo.

Hoy vivimos una vorágine histórica llena de personajes tan increíbles que parecen salidos de la imaginación: Donald Trump, Vladimir Putin, Nicolás Maduro, Javier Milei, Nayib Bukele. Quien estudie el futuro de esta época sabrá ponerle otro nombre distinto al pasado. Pero ojo, ciudadanos de México: puede estarse gestando algo que podríamos llamar “la segunda dictadura perfecta”.

Los políticos despechados de aquella etapa pretenden ahora conformar una nueva era de abuso, tiranía y sometimiento, creyendo que los mexicanos somos tan dejados como para aceptar otro Santa Anna, otro Porfirio Díaz, otro encadenamiento priísta y seguir viviendo en sistemas antidemocráticos, lejos de una auténtica independencia republicana.

Una pregunta seria para ti, que me lees:

¿Permitirás que esto suceda nuevamente?