Este domingo hay una elección, y pareciera que se está jugando la gubernatura del estado, la presidencia de la república, y quizás hasta el futuro de nuestra incipiente nación. Y usted se preguntará si estoy hablando de la elección judicial, pero tristemente no: hablo de la elección de 2027.
Sí, apenas estamos en 2025, ni siquiera cerca de la elección constitucional. Es más, aún no se define quiénes contenderán por los espacios a renovar. Sin embargo, la tiradera ya empezó: los golpes bajos, las traiciones, los chismes… y la campaña aún está lejos. Si esto fuera una pelea, sería uno a uno, pero parece una batalla de todos contra uno. En medio de ese pleito estamos los potosinos, viviendo una psicosis provocada por quienes buscan imponer una narrativa, tirando la piedra y escondiendo la mano.
La visita de Claudia Sheinbaum Pardo, el pasado sábado, desató el conflicto interno que representa la verdadera crisis política que hoy afecta a los potosinos. Los morenistas ofrecieron una cucharada de su propio chocolate a sus aliados del Partido Verde, quienes, a nivel estatal, han relegado a los morenistas de importantes eventos del Ejecutivo.
¿Quién imaginaría a Juan Carlos Valladares y Paty Aradillas soportando el asfixiante sol de Villa Hidalgo, entre tierra y tras una reja, observando a lo lejos el discurso de la presidenta, mientras los morenistas disfrutaban de la sombra bajo una lona instalada justo frente al templete, con acceso directo a la mandataria? De inmediato se acusó a la dirigente Rita Ozalia Velázquez de ser “cadenera” y de excluir a los legisladores verdes de la visita presidencial.
El enojo del Verde pudo haber pasado desapercibido, ya que días antes habían hecho el vacío a la diputada Nancy Jeanine García Martínez, cuando presentó una iniciativa de exhorto a la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana. Como se dice en el barrio: una de cal por las que van de arena.
Pero el embate no terminó ahí. Se concentró en la legisladora Gabriela López Torres, de quien —según ella misma denuncia— se ha especulado sobre su vida privada, e incluso se le ha vinculado con un legislador del PAN. La guerra entre los grupos parlamentarios se ha tornado tensa, como si todos ya estuvieran desesperados por arrancar la campaña. Y eso que aún faltan la elección judicial, la interna del PAN y los informes de gobierno municipales. ¡Ni siquiera han cumplido el primer año!
En medio de esta guerra estamos los potosinos. Y lo peor es que se ha vendido la narrativa de que la capital potosina es el lugar más peligroso del mundo, casi comparable con Culiacán, donde los enfrentamientos con muertos son cosa de todos los días. La realidad es otra: lo que hay son robos comunes —y no solo en la capital— también en Villa de Pozos, Soledad, Valles, Rioverde… incluso con hechos más graves, como desapariciones, de las que —para variar— la Fiscalía no tiene avances.
La narrativa es un ataque directo a la capital: desde acusaciones graves hasta señalamientos banales, como que hay patrullas fuera de servicio. Pero basta una visita al C5 para ver el verdadero “deshuesadero” de la SSPC estatal, cuyas unidades, desde que estaba José Luis Ruiz Contreras al frente, ya estaban destinadas a venderse como chatarra. Desde vehículos blindados hasta autos de lujo de la Guardia Civil de Caminos. Todo esto parece parte de un embate directo contra la capital y, particularmente, contra el alcalde Enrique Galindo Ceballos, quien hoy ni siquiera tiene partido político para postularse. Aun así, pareciera que ya lo quieren bajar de una contienda que ni siquiera existe.
Desde el Legislativo se operan ataques a la capital. Desde el casi extinto PRI le lanzan golpes. Desde el Senado, se hacen “gestiones” solamente para la capital, mientras los municipios restantes —con más carencias y urgencias— son ignorados. El ataque es frontal. Y cuando el alcalde responde señalando la existencia de una crisis política, las voces oficialistas no tardan en criticarlo. Es decir: del árbol caído, todos hacen leña.
Y en medio de todo, los potosinos. Cansados de tantos embates contra la capital, podrían reflejar su hartazgo en las urnas, castigando al proyecto que busca encabezar el Partido Verde por excluir a la capital de los temas verdaderamente prioritarios —y, sobre todo— presupuestales.