OPINIONES PELONAS

Por

Oro

- lunes, julio 28 de 2025

Recientemente, el futbolista Javier Hernández, mejor conocido como El Chicharito, desató una serie de polémicas debido a sus comentarios, que fueron pésimamente recibidos por la sociedad con sus parámetros actuales. El comentario que me merece, sin necesidad de repetir sus palabras, es que él está del lado de una resistencia, de un conservadurismo, frente a una revolución que se viene gestando desde hace décadas por lograr la igualdad de género, rompiendo con los parámetros de roles tanto para la mujer como para el hombre. En busca de una igualdad, precisamente, se ha luchado contra este tipo de expresiones que impiden la ruptura de tradiciones y arquetipos ya de por sí bastante caducos.

Al colocarse de ese lado, de la resistencia, se gana el embate de la contienda como si fuera un guerrero en la primera línea frontal de su ejército. No lo decimos porque su gesto sea heroico, sino porque resulta ser el que más dañado saldrá, y más si la batalla la van ganando los del otro bando. Qué se le puede hacer, don Chicharito, usted se puso en esa posición y recibirá todo el castigo que se merece en términos de lo que la sociedad hoy percibe como justo.

Pero ustedes también.

Este monero percibe que ustedes también tienen la culpa, porque hemos padecido de un terrible mal en estas décadas. Le hemos dado voz a personajes que antes no la tenían y no hemos obtenido nada bueno con ello. Ahora, personajes de la farándula, del entretenimiento, del deporte, están siendo observados bajo los reflectores y envueltos en personalidades idealizadas que a nadie le hacen bien. Carecen de preparación en conceptos como administración pública o estudios humanos que los aproximen a poder otorgarnos mensajes filosóficos y de sabiduría, o para ejercer cargos públicos.

Como resultado, también tenemos políticos que se han acercado a este modus operandi, tales como Samuel García en Nuevo León o José Luis Romero Calzada en San Luis Potosí, que se dedican a hacer entretenimiento en las redes sociales para obtener más seguidores que votantes conscientes. Eso nos lleva a un punto donde ser famoso es más importante que ser líder. Así que también aceptemos la responsabilidad en este tipo de situaciones en donde una persona pública se convierte en el hazmerreír o en el chivo expiatorio de una revolución social.