Monstruos con rostro propio: el legado eterno de los íconos del terror

Por

Paola Torres

- viernes, octubre 17 de 2025

El horror ha mutado en fórmulas repetitivas y sobresaltos predecibles, los íconos clásicos del terror siguen siendo inquebrantables. Figuras como Chucky, Pennywise, Michael Myers, Freddy Krueger y Jason Voorhees no solo sobrevivieron al paso del tiempo, sino que se convirtieron en símbolos culturales que trascienden el género. ¿Qué los hace tan irresistiblemente aterradores y, a la vez, fascinantes?

Pennywise, el payaso danzarín de Stephen King, es quizás el más metafórico. No es solo un monstruo: es una encarnación del miedo mismo. Pennywise muta, manipula y se alimenta del terror que habita en cada ser humano. Su disfraz de payaso no es una elección aleatoria, sino una burla cruel a lo que debería ser inofensivo, recordándonos que el miedo más profundo nace de la traición a lo familiar.

Luego están los silenciosos: Michael Myers y Jason Voorhees, cuya mudez es tan amenazante como sus cuchillos. Ambos son fuerzas de la naturaleza, imparables, inhumanos. Representan lo inevitable, la muerte que se acerca sin explicación ni motivo. Michael, con su máscara inexpresiva, simboliza el mal puro y sin rostro. Jason, resucitado una y otra vez, se convierte en el castigo eterno, en la consecuencia de nuestras transgresiones.

Y por supuesto, Freddy Krueger, el asesino de los sueños, el más verbal y sarcástico del grupo. Freddy no solo mata, se burla, juega con sus víctimas dentro del espacio más privado que tenemos: nuestra mente. Su capacidad para invadir sueños lo hace omnipresente, imposible de evitar. Dormir, una necesidad humana básica, se vuelve un acto de riesgo.

En el fondo, quizás por eso los seguimos viendo. No por masoquismo, sino por reconocimiento. En ellos vemos una parte oscura de nosotros mismos. Y tal vez, enfrentarlos en la pantalla es nuestra forma de domar a los propios demonios internos. Aunque sepamos que, como Freddy, ellos siempre vuelven.