Si nos preguntaran si estamos a favor del arte o si lo consideramos algo positivo, probablemente diríamos que sí. Sin embargo, cuando vemos expresiones como el Street Art, la respuesta puede tambalear. Pues, si bien es subversivo y rompe ciertas reglas, sigue siendo arte. Para entenderlo y valorarlo, es necesario informarse y considerar diversas perspectivas. Algo similar ocurre con la defensa de causas, la denuncia de injusticias o la expresión de posturas.
Las manifestaciones sociales surgen como respuesta a inconformidades y a la demanda de soluciones frente a problemáticas o necesidades, como el reconocimiento y respeto de derechos, la protección de una cultura, la defensa del medio ambiente o la exigencia de cambios estructurales. A menudo, el éxito de estas protestas depende más de su capacidad para transmitir mensajes y sumar adeptos que de la manifestación en sí. Actualmente, se llevan a cabo protestas por diversas causas. Entre los acontecimientos más recientes destacan las manifestaciones de los jubilados en Argentina, quienes protestan contra los recortes a sus pensiones. También resuenan las movilizaciones del 8 de marzo, que luchan por la equidad de género, así como las protestas globales en rechazo al genocidio en Palestina.
Es importante respetar el derecho a la protesta, ya que esta surge de la desigualdad de poder entre los grupos afectados y quienes deben atender la demanda, que pueden ser los causantes de la problemática o los responsables de solucionarla. Por lo tanto, la protesta puede ser una forma de resistencia, de defensa, de denuncia o para ganar apoyo. Sin embargo, en este conflicto, muchas veces se enfrentan a la oposición de las autoridades, que, en lugar de escuchar y brindar soluciones, presentan resistencia y buscan que la protesta cese sin lograr sus objetivos.
En este contexto, es necesario preguntarnos: ¿por qué es tan importante para los afectados que la gente conozca y simpatice con su mensaje, pero también lo es para las autoridades y los grupos en el poder? Considero que el control del discurso en torno a las protestas sociales es crucial porque influye en cómo se perciben las causas, los actores y las posibles soluciones, afectando la legitimidad de las demandas, la respuesta pública o institucional y el apoyo a las posturas en conflicto.
Dentro de la diversidad de formas de protesta social, podemos mencionar huelgas, boicots, plantones, ciberactivismo, bloqueos, marchas, expresiones artísticas, entre otras. Una de las formas de generar presión para lograr sus fines es la transgresión del orden establecido. Si no generaran incomodidad, podrían prolongarse indefinidamente sin ser escuchados ni encontrar solución a sus demandas.
Con este fin, algunas manifestaciones recurren a la iconoclasia, es decir, la acción deliberada sobre símbolos, imágenes, monumentos o artefactos que representan valores, creencias o poderes políticos, religiosos o culturales que un grupo considera opresivos, corruptos o heréticos. Su objetivo no es la destrucción en sí misma, sino un acto simbólico de rechazo que busca desafiar o transformar el orden social, político o religioso. Entre sus formas, podemos encontrar la quema de banderas, eliminación de monumentos, modificación o intervención temporal o permanente de obras de arte, grafitis y otras manifestaciones de Street Art. Estas acciones desafían, llaman la atención, incomodan, cuestionan el estado de las cosas, denuncian y proponen nuevas lecturas de los hechos. A veces, buscan la reivindicación de la memoria histórica, cambiar o borrar narrativas que se quieren dejar en el pasado, y apropiarse del espacio público para hacer notar que existen y que sus problemáticas son reales. En las protestas del 8 de marzo, que tienen lugar en muchas ciudades del mundo, suele haber actos de iconoclasia en los que se intervienen recintos que representan a grupos en el poder o al orden patriarcal. Además, algunos medios de comunicación priorizan la difusión de los daños materiales sobre las desigualdades y violencias que sufren las mujeres.
La iconoclasia converge con el arte debido al diálogo que establece con el espacio y los significados presentes en él, cuestionándolos a través de la intervención, ya sea como acto performativo o mediante la estética de piezas de street art. Invita al espectador a reflexionar sobre las normas, valores y estructuras de poder que esos símbolos representan.
Sin embargo, estas acciones también pueden ser utilizadas por quienes rechazan estas causas. Al criminalizar la protesta social y tacharla de actos vandálicos, se busca desviar la atención de los problemas, las injusticias o las necesidades que motivan la protesta, así como de las acciones y reproches dirigidos hacia quienes detentan el poder. Los movimientos y sus participantes son satanizados, colocando las formas y los objetos por encima de la justicia y las personas, justificando así la implementación de leyes más severas y una mayor represión, como la que se ha llevado a cabo en Argentina contra los jubilados. El vandalismo, por su parte, se refiere a la destrucción intencionada de propiedad sin una motivación ideológica clara, a diferencia de la iconoclasia, que busca desafiar o cambiar un sistema. Esta diferencia es clave, pues la iconoclasia no persigue la destrucción sin propósito, como ocurre en casos de saqueos o actos de aficionados de ciertos deportes.
Esto hace que la legitimidad de estas acciones sea un área gris, pues cómo se entienda puede depender de si se conoce y comparte la ideología detrás del acto. Por eso es crucial para ambas posturas controlar lo que se dice al respecto. En este punto, los actores que difunden los mensajes, medios oficiales, independientes y redes sociales, juegan un papel clave. Estos actores pueden responder a sus propias convicciones, o a los intereses de la sociedad, el Estado, empresas o intereses externos, dependiendo de su financiamiento. A través de esto, refrendarán discursos, ideologías y agendas, logrando invisibilizar, criminalizar, visibilizar o movilizar la opinión pública a su favor. No obstante, los canales de difusión tampoco son neutrales, ya que promueven o censuran contenidos según su grado de afinidad.
Así, vemos cómo las acciones y la difusión de estas se utilizan de diversas maneras. Por lo tanto, es necesario preguntarse a qué intereses responde una protesta y cómo se difunde. También debemos señalar que la causa, la problemática y la protesta misma pueden ser instrumentalizadas. Esto sucede cuando la protesta empieza a responder a intereses ajenos a los de los afectados, cuando estos son desplazados, manipulados o utilizados para fines políticos de ciertos grupos. También ocurre cuando se infiltran para desacreditar el movimiento o cuando el financiamiento está condicionado a una agenda determinada. Un ejemplo de esto es cuando intereses extranjeros ofrecen apoyo económico a determinados grupos utilizando a la población para desestabilizar o derrocar gobiernos, para lograr sus metas.
De esta manera, vemos cómo los afectados por una problemática intentan controlar el discurso en torno a las protestas para visibilizar sus demandas, legitimar su causa y presionar por cambios reales, mientras que los grupos en el poder buscan hacerlo para proteger su imagen, minimizar la presión pública y deslegitimar la protesta.
Para definir una postura sobre los movimientos sociales, es crucial adoptar un enfoque crítico que considere elementos como el contexto histórico, político y social del movimiento, las demandas de los movilizados y las condiciones que motivan su protesta. Esto incluye analizar las narrativas de los actores internos y de las instituciones que intentan controlarlos o deslegitimarlos, y cuestionar los discursos mediáticos. Además, es importante distinguir entre movimientos genuinos y aquellos cooptados por intereses externos. Finalmente, al adoptar una postura, se debe valorar la diversidad de voces dentro de los movimientos, reconociendo que la iconoclasia y otras formas de protesta pueden ser legítimas resistencias ante la violencia estructural. Desde esta posición, se debe apoyar las causas, pues la participación y la organización son clave para lograr un mundo más justo para todos.