La semana pasada, de manera inesperada e incentivada por el propio gobernador del estado se desató una ola de destapes políticos que, más que estratégicos, parecen prematuros y hasta innecesarios, considerando que el proceso electoral de 2027 apenas se vislumbra en el horizonte. Nos encontramos aún en una etapa política embrionaria, sin certezas claras sobre quiénes competirán por los cargos públicos de la siguiente administración. No sabemos siquiera cómo se configurará el escenario rumbo a 2026, y ya se están repartiendo candidaturas como si faltaran semanas, y no años.
Estamos a seis meses de concluir 2025, sin motores verdaderamente encendidos, sin presupuestos liberados para ejecutar obras, pero con un exceso de ansiedad por posicionarse. Como suele decirse, el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones, pero también de ansias por convencer al siguiente en la fila del poder.
Los destapes surgieron de todos lados: de la Huasteca, de la capital, del entorno cercano a la gubernatura. En todos los colores: Morena, Verde, PAN. Las fichas comenzaron a moverse. Existe, claro, un interés legítimo de los aspirantes por mantenerse en la conversación pública. Sin embargo, eso no garantiza que estén listos ni que sean deseables para asumir una nueva candidatura. Hay apariciones y apariciones; y no basta con aliarse o figurar en encuestas todavía frías, cuyos números lucen más alegres que certeros.
Las mediciones rumbo a la gubernatura incluyen a todos, como si fuera posible que todos fueran opción. La ciudadanía, aún con la resaca de la elección judicial, observa esta tempestad anticipada con escepticismo. Para colmo, se suma una posible reforma electoral que podría alterar (o no) las reglas del juego. En un país donde las normas rara vez son claras y casi siempre benefician a los más conocidos no hay certeza jurídica ni política. Solo apetitos.
Por si fuera poco, la semana pasada se llevaron a cabo tres cónclaves políticos relevantes. En el PAN, con el respaldo de su dirigencia nacional, senadores, diputados y el músculo capitalino, se delineó una estrategia que busca mostrar fuerza rumbo a los próximos dos años y medio. Todo, claro, sin salirse del guion legal. La presidenta municipal, que ya ha ganado tres elecciones internas, espera ahora enfrentar a sus contrincantes externos.
En Morena, con un discurso de fortaleza y autosuficiencia el del “no migajas” se perfila la idea de que Rosa Icela Rodríguez, actual secretaria de Gobernación, podría encabezar el proyecto guinda en San Luis Potosí. Pero una cosa es el deseo y otra muy distinta la voluntad de una funcionaria federal con hilos de poder nacional en sus manos. Además, la baraja local se ve limitada. Carlos Arreola recicla los mismos nombres, como si no existieran más perfiles en el movimiento. La falta de nuevos liderazgos es preocupante para la primera fuerza electoral del país.
En el Partido Verde, la estrategia parece girar en torno a la familia en el poder. La senadora Ruth González había sido la carta visible, pero los recientes debates y señalamientos en su contra han forzado un viraje. Ahora comienza a impulsarse la figura de Juan Manuel Navarro, un “tapado” poco conocido cuya función, más que ganar, parece ser la de contener. Su lejanía real con una gubernatura revela que el Verde, pese a su músculo, sigue escaso de figuras viables: mucha operación política, pocos liderazgos.
Finalmente, está la incógnita del alcalde capitalino, Enrique Galindo Ceballos. Se ha mantenido al margen de colores y partidos, enfocado en su gobierno local y en una proyección nacional cuidadosamente medida. Su estrategia parece ser la de esperar el momento oportuno. Con la experiencia de la reelección y una gestión activa, ha optado por la cautela: entregar el informe de su primer año y desde ahí construir. Él entiende que el destape prematuro desgasta, y que aún falta mucho camino por recorrer.
Porque sí: falta mucho para 2027. Pero la epidemia de los destapes ya está aquí. Y, como toda epidemia, amenaza con saturar, confundir y sobre todo cansar a una ciudadanía que lo que menos quiere es volver a vivir en campaña permanente.