La elección que no es elección

Por

Ernesto García

- jueves, febrero 27 de 2025

“Cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar la bomba.”

En 1964, una de las producciones cinematográficas más emblemáticas del contexto de la Guerra Fría fue Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb. La película narra la historia de un general de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, Jack D. Ripper, cuyo nombre hace una clara referencia a Jack el Destripador, el infame asesino del Londres del siglo XIX. Esta analogía nos permite ejemplificar el contexto actual del modelo electoral, basado en la toma de decisiones sesgadas por un desmedido control del poder y en una narrativa que busca justificar una reforma que, por sí sola, no avanza, a pesar de los intentos de hacer parecer que el pueblo decide. Se insiste en que el pueblo manda, pero la realidad es que no tiene interés en participar en una elección. Tan grave es el caso que la gente ni siquiera quiere involucrarse en los conteos. La elección está tan premeditada que el propio Instituto Nacional Electoral llevará a cabo los conteos en sus comisiones distritales, relegando así el papel ciudadano en el proceso electoral.

Desde la perspectiva de la construcción de instituciones, es fundamental advertir lo peligroso, costoso e incluso nocivo que ha sido el proceso de elección judicial. Desde el inicio de este proceso, no existe certeza de nada, salvo que los perfiles alineados con el oficialismo han aprovechado las lagunas de la ley en una descarada interpretación a su favor. Esto ha llevado al límite sus aspiraciones, como en el caso de las tres ministras que buscan la reelección y que, casualmente, han buscado figurar más que la propia presidenta del Poder Ejecutivo. Paradójicamente, esta última, lejos de apoyar esta vulgar intentona de llegar al puesto por popularidad, se ha convertido en víctima de ataques y embates de quienes, hasta ahora, ni siquiera se han inscrito ni han mostrado interés en participar como funcionarios electorales. Peor aún, muchos de ellos ni siquiera comprenden cómo se desarrolla el proceso electoral, lo que ha abierto la puerta a aspirantes con amplios cuestionamientos.