Francisco de Quevedo: el látigo de la palabra

Por

Paola Torres

- viernes, septiembre 19 de 2025

El legado de Francisco de Quevedo se vuelve más necesario que nunca. Leerlo hoy es enfrentarse a una pluma que no pedía permiso para decir verdades, que golpeaba con elegancia, y que usaba la sátira como una espada contra la hipocresía de su época.

Muchos lo conocen por sus sonetos cargados de belleza, ingenio y profundidad filosófica, pero Quevedo fue mucho más que un poeta. Fue ensayista, narrador, crítico social, y uno de los mayores representantes del conceptismo, ese estilo agudo y condensado que esconde profundidad en pocas palabras. Su escritura es un ejercicio de inteligencia, de juego verbal y de puntería moral.

En sus textos, la corrupción política, la miseria humana, la decadencia del Imperio español y la falsa nobleza son desnudadas sin piedad. En una época donde decir lo que se pensaba podía costar la libertad y a veces la vida, Quevedo no se calló. Por eso fue encarcelado, perseguido y odiado por muchos… pero también por eso sigue siendo leído siglos después.

Hoy más que nunca necesitamos a los Quevedos: voces incómodas que no teman señalar la podredumbre detrás de la fachada, que se atrevan a defender la verdad por encima del aplauso fácil. Su estilo podrá parecer áspero, su visión del mundo pesimista, pero hay en sus textos una valentía que atraviesa el tiempo.

Francisco de Quevedo no escribió para agradar. Escribió para dejar huella. Y lo logró.