Luis Acevedo Pesquera
Cuando en las prédicas mañaneras se dice que vamos bien o que las consecuencias de una pandemia mal evaluada y peor administrada le cae a la Cuarta Transformación “como anillo al dedo”, crece la desilusión y la desconfianza.
Esos sentimientos se agravan cuando se observan los datos del desempleo en el país que, de acuerdo a la información del INEGI, durante el tercer trimestre del presente año la desocupación en el país representa un universo de 2.8 millones de personas, que refleja un crecimiento de 621 mil 853 más que en el tercer trimestre de 2019 y sin las limitaciones del confinamiento, pero también sin una política pública emergente en materia laboral.
A esa población hay que contemplar a otros 8.7 millones que, si bien disponen de ocupación, destinan buena parte de sus esfuerzos para incrementar sus ingresos ya sea mediante horas extras o con algún trabajo adicional.
En este proceso de precarización que tiende a caracterizar a la economía mexicana, la tasa nacional de desocupación es del orden de 5.3 por ciento en el caso de los hombres y de 4.9 por ciento en el de las mujeres, lo que significa un incremento de 1.6 y 1.1 puntos porcentuales respectivamente, en comparación con el periodo julio-septiembre del año pasado.
De tal suerte, la tasa de desocupación, que representa a la población que se encuentra sin trabajar y que estuvo buscando trabajo en el último mes, en el caso masculino suma un millón 787 mil 562 personas y en el femenino afecta a 981 mil 929.
Un tema que llama la atención porque revela el nivel de deterioro social y productivo del país corresponde a la población ocupada informal de la que el INEGI informa que representa 54.2 por ciento de la población ocupada en julio-septiembre de este año, una cifra 2.3 puntos porcentuales menor al registro del mismo lapso de 2019.
Esto significa que incluso en la informalidad se perdieron 3.5 millones de puestos de trabajo con lo que actualmente se contabilizan 27.7 millones de personas en esa situación, que contrasta significativamente con los 31.2 millones existentes en el mismo lapso del año pasado, lo que no es bueno para ese grupo porque carecen de seguridad en términos de bienestar, pero tampoco para el país, porque sus aportaciones a la economía tienden a ser marginales en el mejor de los casos y generalmente son muy costosas.
Como sea, la ocupación es un serio problema para el país en su conjunto y sigue muy lejos de los niveles prevalecientes antes de la pandemia.
En términos generales, la Población Económicamente Activa (PEA) muestra una sensible disminución de 3.6 millones de personas con lo que este indicador pasó de 57.3 millones en el tercer trimestre de 2019 a 53.8 millones este año.
A su vez, la población ocupada suma 51 millones de personas, indica una disminución de 4.2 millones de personas.
La información elaborada mediante la primera Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo con carácter trimestral indica que el sector que ha perdido más empleos entre julio y septiembre fue el de los servicios; sobre todo en los rubros turístico, restaurantes, alojamiento y comercio, con una caída de oportunidades para 3 millones de personas.
Solamente en el sector rural hay conservación de empleos, pero con remuneraciones muy bajas, lo mismo que sus prestaciones, especialmente entre las mujeres.
Si a pesar de esta muestra seguimos escuchando sin rubor que vamos bien, la realidad nos asegura que estamos mal y que tenemos que estar muy de malas.
@lusacevedop