Cuando un gobierno padece de complejos, falta de carácter y una incapacidad tan evidente que lo obliga a inventar sus propios datos —como ha ocurrido con las administraciones de Andrés Manuel y Claudia—, tarde o temprano termina en una posición desesperada. Es entonces cuando comienzan a perder las batallas verbales, al quedarse sin la munición de la verdad y el deber cumplido. Toda su vida política se ha sostenido en el apoyo incondicional de sus seguidores, bien llamados fanáticos, que les perdonan todo… hasta que ya no pueden más.
En ese momento, su discurso cambia radicalmente hacia una postura defensiva. Cualquier información que se publique en la prensa libre, por objetiva que sea, es percibida como un ataque. Da igual cómo se presente: si no les favorece, la rechazan de inmediato.

Para contrarrestar, suelen recurrir a voceros que mienten descaradamente, intentando desestabilizar la verdad y sembrar dudas sobre los hechos. Que un gañán impresentable como Gerardo Fernández Noroña utilice sus redes sociales para este fin, planteando cuestiones que, con solo enunciarlas, ofenden a las víctimas y a la nación entera, es algo habitual dentro de la 4T. Ya se tienen bien definidos a estos paleros y patiños, quienes, cuando son confrontados con la verdad, recurren al sucio truco de llorar en público y acusar de trampas a la oposición y a los medios.
Pero que los propios criminales identificados utilicen el mismo recurso, argumentando que “no son tan malvados”, es el colmo del descaro. Después de haber visto cómo exhiben cadáveres, cuelgan restos humanos en lugares públicos o los guardan en hieleras —incluso de servidores públicos de dependencias de seguridad y del Ejército—, sus declaraciones rayan en la burla.
Si la 4T tuviera algo de autoridad moral y dignidad, se deslindaría de inmediato de esos comunicados, los acallaría y minimizaría para evitar que se les vincule con su movimiento. Sin embargo, en su desesperación por esta guerra mediática que ellos mismos propiciaron, prefieren quedarse callados y hacerse a un lado, esperando a ver si es “chicle y pega”.
Este monero observa con tristeza cómo el movimiento sigue avanzando por los costados, pero perdiendo por el frente. En guerras como estas, las bajas deberían ser las conciencias de los ciudadanos, que podrían darse cuenta de los defectos y problemáticas de este movimiento, tal como ocurrió en su momento con el PRI. Sin embargo, parece que está lejos el día en que veamos desaparecer a Morena, tal como le está sucediendo al PRD, que llegó a ser en algún tiempo la segunda fuerza política más importante del país.