Y bueno, San Luis Potosí no fue la excepción. Las elecciones del sistema jurídico federal y estatal resultaron igual de deficientes, corrompidas, absurdas, innecesarias, antirrepublicanas, infiltradas por grupos políticos y criminales, ignoradas, incomprensibles y manipuladas.
Y a quien le tocó estar al frente de este vergonzoso momento histórico fue el presidente del Supremo Tribunal de Justicia del Estado, Arturo Morales Silva, quien entregará su cargo en septiembre. Pudo haber quedado como un personaje regular del sistema judicial —es decir, que no destacaba ni por bueno ni por malo—, pero hoy se lleva un desagradable abucheo público. No solo por las ya descritas elecciones judiciales, sino porque resultó parte de un mercado de favores y nepotismo. En recientes revelaciones se encontró que su hijo y su novia han quedado en cargos dentro del Poder Judicial, lo mismo que otros tres individuos señalados como cercanos a su entorno. Eso sin contar los cargos por enchufismo que ha asignado a discreción.
Él mismo continúa como ministro, aunque ya no como presidente, y es muestra de que, lejos de vencer a la corrupción con este bodrio escenificado, se han filtrado personalidades cuya podredumbre es hoy más notoria que antes de ser electas. Igualan o superan por mucho a los anteriores integrantes del Poder Judicial que tanto le pesaban a la 4T.
Por supuesto, ante el cobijo y padrinazgo que goza don Arturo Morales, y la complacencia con los resultados de esta farsa electoral, nada se puede hacer más que apechugar y esperar a que otro grupo político “bien intencionado” se le ocurra otra reforma que nos “salve”, como tanto ha anunciado el partido en el poder.

En fin, se ha hablado tanto de este problema que hasta este monero empieza a sentirse francamente cansado y aburrido, pero más que nada, privado de toda esperanza de que este abuso político termine. Al contrario, la Cuarta Transformación ha revelado su careta: la que muchos esperábamos y advertimos públicamente. El control absoluto del poder, con los tres poderes completamente supeditados a una sola persona. Que no, desgraciadamente, no es siquiera la presidenta Claudia Sheinbaum.
Y lo irónico es que esto ocurrió por la vía democrática. Porque gracias a estas elecciones injustificadas y totalmente amañadas, podemos decir que se ha terminado nuestro sistema de gobierno instalado hace más de 200 años: la República democrática.
Muchos verán con desdén esta declaración. Pensarán que no es tan relevante, que un gobierno es igual de malo que el otro. Pero no se dan cuenta de que, al concentrar el poder absoluto, ya no hay forma de evitar los errores humanos, las pasiones individuales, la mezquindad de los pocos, etcétera. Porque en eso consiste la ley, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Más allá de ser un conjunto de palabras rimbombantes que establecen mandatos, es una guía desde el pasado que nos ayuda a evitar que los defectos de una persona puedan dañar la delicada tela que conforma nuestra nación.
Pero a este grupo de resentidos expriistas que hoy forman la 4T… el sustento legal de nuestra patria, decididamente, les vale madre.