El Brutalismo: Historia, Texturas y Estructuras que Resuenan en el Cine

JOSÉ MEDINA DELGADILLO

Por

Redacción

- miércoles, marzo 5 de 2025

Recientemente se estrenó en México la película El brutalista (2024), un drama épico dirigido y producido por el cineasta David Corbet y protagonizado por Adrien Brody, quien interpreta a László Tóth, un arquitecto judío nacido en Hungría. Para sobrevivir al Holocausto, emigra a los Estados Unidos, donde se gana la vida en diversos empleos hasta que un empresario descubre que, en su país natal, László era considerado un destacado arquitecto y un reconocido artista. La película ha sido multipremiada desde su estreno en el Festival Internacional de Cine de Venecia y consiguió varios premios en la última ceremonia de los Oscar.

Sin embargo, me gustaría enfocarme, no en la película, sino en el estilo arquitectónico del brutalismo, ya que, gracias a la popularidad del filme, este ha experimentado un resurgimiento que quiero aprovechar para hacer un breve repaso sobre sus características y su importancia.

Como bien afirmó Frank Lloyd Wright: “Todo gran arquitecto es necesariamente un gran poeta. Debe ser un intérprete original de su tiempo, sus días, su edad”. Y esto es precisamente lo que hizo el brutalismo, un estilo que surgió después de la Segunda Guerra Mundial, cuando Europa estaba devastada. La población había perdido sus hogares debido a las batallas y bombardeos. Las personas se habían quedado sin techo, y muchos edificios históricos fueron destruidos. La historia arquitectónica y visual de gran parte de Europa había sido destrozada.

Los protagonistas del brutalismo son el acero, el ladrillo, el vidrio y, sobre todo, el concreto, un material sólido, resistente y mucho más barato que otros. Esto fue totalmente necesario para sustentar una crisis como la que se vivió después de la Segunda Guerra Mundial. Lo anterior se refleja en el nombre “brutalismo”, que proviene de la manera en que se deja el concreto al construir un edificio: crudo, sin lijar, es decir, el cemento se deja “en bruto”.

En México también encontramos ejemplos de este estilo, como el Museo Universitario Arte Contemporáneo, el Museo Rufino Tamayo, el Colegio de México y la Universidad Pedagógica Nacional, entre otros. En San Luis Potosí existe un ejemplo más modesto, pero que podría asemejarse, la Torre Tangente 52, ubicada en Lomas del Tecnológico.

Existen varios ejemplos en el cine, además de El brutalista. En la película Blade Runner 2049, la sede de Wallace Corporation aparece como una gran representación de poder: una estructura monolítica de hormigón con iluminación fría. En las películas de Dune (tanto en la versión de David Lynch como en las dirigidas por Denis Villeneuve), se presentan grandes edificaciones que simbolizan el poder y la opresión. En la maravillosa Niños del hombre, de Alfonso Cuarón, también se muestran grandes edificaciones desoladas, abandonadas y llenas de migrantes y personas sin hogar en un mundo post-apocalíptico. Igualmente, en La naranja mecánica, dirigida por Stanley Kubrick, y en 1984, basada en el libro homónimo de George Orwell y dirigida por Michael Radford, el brutalismo refleja la deshumanización y el control totalitario.

Acercarnos al brutalismo y a su historia nos ayuda a entender y ver lo que tenemos a nuestro alrededor. La arquitectura, en todas sus formas, nos enfrenta a la majestuosidad de las formas, la geometría y las expresiones artísticas que demuestran de lo que es capaz el ser humano. Es necesario revalorarla, como bien lo dijo Frank Gehry, arquitecto ganador del Premio Pritzker: “La arquitectura debe hablar de su tiempo y lugar, pero anhelar la eternidad.”