Congreso: el invitado que quiere ser anfitrión en la mesa de la UASLP

Por

Ernesto García

- viernes, noviembre 28 de 2025

El reciente choque entre el Congreso del Estado y la Universidad Autónoma de San Luis Potosí no es, como se ha querido presentar, una simple diferencia de agendas o de sedes para una reunión. Lo que está en juego es algo más profundo: el desconocimiento real o estratégico del principio de autonomía universitaria y, sobre todo, la confusión deliberada sobre quién define, quién gestiona y quién simplemente entrega el presupuesto que recibe la máxima casa de estudios.

Porque conviene recordarlo con claridad: no le corresponde al Congreso del Estado determinar el monto del presupuesto que recibe la UASLP. Dicho recurso deriva de un convenio de colaboración con la Federación y forma parte del subsidio federal asignado a la institución. Al Gobierno del Estado y a su Congreso les toca, en términos prácticos y legales, ministrar y entregar esos recursos, no condicionarlos políticamente ni utilizarlos como instrumento de presión.

Sin embargo, en días recientes, esa frontera jurídica fue ignorada intencionalmente en un acto que se pensó deliberadamente, primero, los 27 diputados dejaron plantado al rector Alejandro Javier Zermeño Guerra en una reunión programada en instalaciones universitarias. Luego, aun sabiendo que el rector ya había notificado vía oficio que no podría asistir a la sesión de la Comisión de Hacienda, decidieron reunirse para criticarlo públicamente, acusarlo de “faltar al respeto al pueblo de San Luis Potosí” y poner en entredicho su disposición al diálogo.

La confrontación fue evidente no se trataba de presupuestos, se trataba de poder de un berrinche de imponer un falso mando para ver quién le responde a quien, la postura más beligerante vino desde la presidencia de la Jucopo, desde donde incluso se insinuó sin pruebas verificables que se preparaban grupos de “porros” para tomar el Congreso. Una afirmación tan grave como irresponsable, lanzada al aire para alimentar la narrativa de un rector “insubordinado” y de una universidad que se sale de control cuando, en realidad, lo único que ha hecho es defender su autonomía institucional con argumentos, no con declaraciones.

Zermeño Guerra respondió como debería responder un rector, no como respondería un político: con un documento, con una invitación abierta al diálogo, con la aclaración de que el encuentro no tenía como fin revisar el presupuesto 2025, sino presentar de manera integral a la Universidad, sus proyectos y su propuesta de autonomía financiera, presentada desde el 8 de julio. Una ruta de planeación a largo plazo, no un desafío al poder legislativo.
Eso fue lo que verdaderamente incomodó: la palabra autonomía.

En medio de ese golpeteo político, un hecho pasó casi desapercibido pero resulta profundamente simbólico: mientras el Congreso hablaba de respeto, la UASLP firmaba un acuerdo de cooperación internacional con la prestigiosa ESTP de París, abriendo oportunidades de movilidad académica, investigación y hasta doble titulación. Mientras unos se quedaban en la arena del pleito local, el rector colocaban a San Luis Potosí en el mapa académico global.

Pero el contraste más evidente no está entre Francia y México. Está aquí mismo, en el trato desigual que el Congreso ha dado a otra institución pública de educación superior: la Universidad Politécnica de San Luis Potosí.

La UPSLP también solicitó un incremento para 2026. También necesita recursos urgentes para mantenimiento, renovación tecnológica y para enfrentar la entrega de la concesión de su infraestructura. Su rector, Néstor Garza Álvarez, ha sido enfático existe disposición total para dialogar, explicar y justificar cada peso solicitado.

Sin embargo, el Congreso no ha emitido ni una sola convocatoria para sentarse con esta institución. No ha habido reproches, ni sesiones encendidas, ni discursos sobre “el respeto al pueblo”. Nada. Silencio.

Es inevitable preguntar: ¿por qué con la Autónoma hay dureza, acusaciones y condena pública, y con la Politécnica hay omisión y comodidad? ¿No son ambas instituciones públicas? ¿No forman estudiantes? ¿No merecen las mismas reglas? ¿O acaso la diferencia está en que la UASLP tiene voz, historia, peso simbólico y capacidad de incomodar?
El contraste evidencia que no se trata de orden ni de transparencia: se trata de control.

En este pulso, paradójicamente, quien salió fortalecido fue el rector y la Universidad. No por la confrontación, sino por la templanza. No por el discurso político, sino por la constancia institucional. Zermeño Guerra supo sopesar el embate político sin caer en la provocación, sin rebajarse al nivel del espectáculo legislativo y sin comprometer la dignidad de una institución con más de un siglo de historia.

Si de respeto hablamos, sería sano que el Congreso comience por respetar la ley, los convenios federales y la autonomía universitaria.