En 2006 se estrenó Children of Men, película de ciencia ficción dirigida magistralmente por Alfonso Cuarón y basada en la novela homónima de P.D. James, publicada en 1992. Cuarón coescribió el guion, mientras que la fotografía fue realizada por Emmanuel “El Chivo” Lubezki. Juntos lograron ejecutar uno de los planos secuencias más impresionantes de la historia del cine.
La trama se desarrolla en Gran Bretaña en 2027, un mundo al borde del colapso. Dos décadas de infertilidad generalizada han puesto a la humanidad en una situación insostenible. La sociedad sobrevive en un ambiente permeado por el racismo, la migración, la violencia, la explotación y el autoritarismo.
El protagonista, Theo Faron, es interpretado por Clive Owen, un exactivista y burócrata (en la novela es doctor en filosofía). Theo es secuestrado por un grupo de activistas que luchan por los derechos de los migrantes, conocidos como “Los Peces”, dirigidos por su exesposa Julian, interpretada por Julianne Moore. El motivo del secuestro es que necesitan que Theo consiga papeles de tránsito para sacar del país a una joven llamada Kee, coprotagonista del filme. Para ello, Theo debe recurrir a su primo Nigel (interpretado por Danny Huston), un ministro de gobierno con una inmensa colección de arte que ha ido rescatando de todo el mundo, pues el planeta y la sociedad no tienen mucho tiempo.
Aunque la trama es realmente interesante y aborda diversos temas dignos de análisis, me sorprende que haya pasado desapercibido el rescate del arte ante un inminente colapso mundial. Justamente en la escena en la que Theo visita a Nigel para pedirle los papeles (ya que él es el único que puede conseguirlos), se destaca un elemento crucial que podría ofrecer esperanza a la decadente sociedad: el arte.
La escena tiene lugar en una enorme habitación iluminada por frías luces que entran a través de gigantescos ventanales, donde se encuentra el David de Miguel Ángel. Este tiene una de sus piernas reconstruidas de manera rudimentaria con una pieza de metal. Ya no es posible reconstruirla: no hay artistas.
Nigel expresa a Theo su decepción por no haber podido salvar piezas invaluables: “No pude salvar La Pietà, la destruyeron antes de que llegáramos” (refiriéndose a la escultura La Piedad de Miguel Ángel). También menciona que lograron rescatar Las Meninas y otros cuadros de Velázquez, pero tristemente solo dos de Goya.
La escena continúa en otra enorme habitación que parece una bodega con un gran tragaluz. En la pared está Guernica de Picasso, una obra que para algunos hace alusión a la Guerra Civil Española, mientras que para otros tiene significados más amplios. Theo, sorprendido por todo esto, le dice a Nigel: “En 100 años no habrá un pobre diablo que pueda ver esto. ¿Qué te hace seguir?”. Él responde: “¿Sabes qué es? Solo no pienso en eso”.
Aunque este personaje muestra una actitud indiferente, o tal vez resignada, ante lo que está ocurriendo en el mundo, y la escena dura solo unos minutos, es suficiente para vislumbrar el interés de la ciencia ficción sobre la conservación y valoración de los elementos expresivos creados por el hombre. No solo los bienes materiales, sino también el rescate de las ideas, que son inmateriales pero mucho más valiosas. Un ejemplo de esto lo encontramos en la novela Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, que describe una sociedad en la que los libros y la lectura están prohibidos, y donde el hedonismo impera. Los poderes públicos persiguen implacablemente a todo aquel que ame la lectura, y la única salida es luchar por conservar los libros y la literatura, memorizándolos.
También está 1984 de George Orwell, donde el autor critica el totalitarismo y la opresión en una sociedad inglesa dominada por un sistema de colectivismo burocrático, controlado por el “Gran Hermano”, que manipula la historia para reescribirla y manipular a la sociedad. Solo aquellos que estudian y rescatan la cultura pueden darse cuenta de lo que está sucediendo y rebelarse ante un gobierno dictatorial que controla cada movimiento de sus ciudadanos.
En Un mundo feliz de Aldous Huxley, diversas filosofías, creencias y gran parte del lenguaje han sido erradicados. El sacrificio para lograr el tan ansiado mundo feliz consiste en eliminar el arte y la diversidad cultural. Un pequeño grupo de disidentes se rebela para preservarlos. En la película Blade Runner 2049 de Denis Villeneuve, al final nos damos cuenta de que lo único que nos queda para seguir siendo humanos es la memoria y los recuerdos. Como dijo el mismo Marcel Proust: “Demos vida al inmenso edificio de nuestros recuerdos”.
La ciencia ficción nos recuerda la importancia de la manifestación de las ideas y su preservación, tan menospreciadas en la actualidad, y que nos salvan de convertirnos completamente en una sociedad automatizada sin pensamientos propios.
Existen muchos ejemplos dentro del género, pues aunque parezca que aborda temas lejanos al presente, la ciencia ficción siempre se supera a sí misma, trascendiendo. Somos nosotros quienes nos encargamos de convertirla en realidad.
Finalmente, Cuarón enriqueció la historia de P.D. James al transportarla al mundo de las imágenes, presentando iconos del arte y la cultura. Muchas de estas imágenes contienen una gran carga ideológica contestataria y nos recuerdan la importancia de la manifestación de las ideas y su preservación, tan menospreciadas en la actualidad, que nos salvan de convertirnos en una sociedad automatizada sin pensamientos propios.
Al igual que la joven Kee, protagonista de esta película, quien lucha por defender lo que lleva dentro de su vientre y el futuro de la humanidad, la ciencia ficción nos muestra una constante advertencia: lo valiosas que son todas las expresiones humanas y artísticas: la literatura, la filosofía, la música, la poesía, la historia, los recuerdos, las ideas y, sobre todo, la vida.