Entre disfraces y fiestas, llega Halloween, esa noche en la que las “brujas” vuelan en escobas de fantasía. Pero detrás del mito y la caricatura, hay una historia oscura que el fuego no logró borrar, la de miles de mujeres perseguidas, torturadas y asesinadas por atreverse a ser libres, sabias o simplemente diferentes.
Durante siglos, el término “bruja” fue un arma para controlar. Bastaba con que una mujer curara con hierbas, hablara demasiado, no se casara, pensara distinto o desafiara al poder, para que el miedo y la ignorancia la condenaran. La hoguera fue el castigo y el silencio, la herencia. La caza de brujas no solo quemó cuerpos: incendió saberes, apagó voces y dejó cicatrices que aún atraviesan la historia.
Hoy, mientras se celebra el misterio y el disfraz, vale la pena recordar que muchas de esas “brujas” no eran monstruos, sino precursoras del pensamiento libre, la medicina natural, la espiritualidad femenina y la resistencia. Las llamaron peligrosas porque no obedecían; las persiguieron porque sabían demasiado; las mataron porque brillaban donde el poder quería oscuridad.
En esta noche de Halloween, cuando el mito revive entre risas y dulces, recordemos a las que no pudieron celebrar, a las que murieron por ser mujeres que no cabían en su tiempo. Que la risa de las niñas disfrazadas de bruja no sea solo juego, sino homenaje. Que cada escoba alzada sea un símbolo de vuelo, no de castigo.