GROUNDHOG DAY: EL SIGNIFICADO QUÉ HAY EN EL ABSURDO DE LA VIDA

JOSÉ MEDINA DELGADILLO

Por

Redacción

- lunes, febrero 3 de 2025

¿Te imaginas despertar a las 6 de la mañana y que siempre sea 2 de febrero? Esto es lo que le sucede a Phil Connors, el protagonista de “Groundhog Day” (conocida en México como El día de la marmota), una de las mejores comedias en la historia del cine estadounidense. Estrenada en 1993, dirigida por Harold Ramis y protagonizada por Bill Murray y Andie MacDowell. A primera vista, la película podría parecer una simple comedia romántica, donde una pareja enfrenta diversas situaciones antes de enamorarse, siguiendo las convenciones del género. Sin embargo, dentro de esta historia se pueden explorar temas mucho más profundos que invitan a la reflexión sobre tópicos sociales y filosóficos.

La trama sigue a un meteorólogo interpretado por Bill Murray, un hombre soberbio, engreído y narcisista, que tiene que ir, como cada año, a cubrir el festejo de la marmota en Punxsutawney, Pensilvania, un evento en el que los pobladores se reúnen cada 2 de febrero para que una marmota prediga el final del invierno y del clima frío. Connors, acompañado de su productora Rita y su camarógrafo Larry, realiza un insípido reportaje sobre esta tradición, ya que el conductor muestra un mínimo interés en el tema. A pesar de que deben regresar ese mismo día, una tormenta los obliga a quedarse otra noche en el pueblo.

La situación que enfrenta el protagonista nos adentra en un tema que sigue vigente hoy en día: la vida rutinaria y repetitiva en la que la mayoría de nosotros estamos inmersos. Existen normas difíciles de romper, pues las estructuras sociales y las expectativas dictan nuestras acciones. Muchas veces, esto nos lleva a aceptarlo como parte de nuestra vida, a sentirnos estancados, como si viviéramos dentro de un bucle temporal en el que no pasa el tiempo y no avanzamos. A veces, nos preguntamos qué está ocurriendo y si hay alguna manera de contrarrestarlo, pensamientos que generan ansiedad, como le sucede al protagonista de esta película.

Phil Connors pasa por varios de estos dilemas en distintas etapas. La primera es la sorpresa al encontrarse en esta situación y no saber qué hacer, lo que lo lleva a enfrentar a las mismas personas una y otra vez sin saber cómo actuar, más que con rechazo. La segunda etapa consiste en tratar de aceptar su destino y aprovechar la situación. Al saber todo lo que ocurre en ese día, cómo se comportan las personas y cómo se mueve la sociedad, Connors se da cuenta de que puede aprovecharse de ello: gana dinero, disfruta de mujeres y se da miles de gustos banales. Sin embargo, con el tiempo, esto lo deja vacío, ya que todo lo que hace lo llena de manera frívola, llevándolo al edonismo total hasta sentirse completamente vacío. Es en este punto cuando comienza a preguntarse cuál es el verdadero sentido de la vida. Si ya ha probado todo lo que siempre quiso y puede repetirlo una y otra vez, ¿por qué aún siente que le falta algo? Al darse cuenta de que no morirá, empieza a dejar de valorar la vida.

Esto es precisamente lo que hace Phil Connors en su tercera etapa: la aceptación. Al darse cuenta de que siempre estará atrapado en esa vida repetitiva, comienza a ver el mundo de otra manera, a encontrar nuevos significados a pesar de estar atrapado en ese bucle. En lugar de enriquecerse con bienes materiales, se nutre de conocimiento a través de la música, la escultura, las relaciones humanas, y empieza a escuchar y aprender de los demás, incluso de aquellos a los que alguna vez menospreció. A partir de este cambio de perspectiva, Connors empieza a comprender quién es realmente y que es parte de un todo. A pesar de estar atrapado en el bucle, encuentra una cierta libertad que lo motiva a seguir adelante, tal como ilustró Camus en el mito de Sísifo. En este mito, un hombre empuja una roca hasta la cima de una montaña, pero al llegar, una fuerza invisible lo hace regresar y comenzar de nuevo. Aunque empujar la roca parece absurdo, el hombre finalmente acepta su destino y encuentra felicidad en el proceso, no en el objetivo de llegar a la cima, sino en lo aprendido a lo largo del camino.