La militancia de Morena en San Luis Potosí aún no termina de recoger los fragmentos de su dignidad pisoteada con la imposición de una candidata a la gubernatura, cuando una nueva truhanería se cierne sobre ellos con la figura de Xavier Nava Palacios, casi dando saltos en las entrañas de una casa que concebían inmaculada.
Les suena a pesadilla que en menos de dos semanas hayan desechado todo el esfuerzo traducido en trabajo de años para presentar a Morena como la salvación, que su voz no valga para la toma de decisiones en un partido cuya sede nacional ayer abrió paso a la comitiva del alcalde con licencia para destaparlo a la posibilidad de una reelección y con ello cavar más hondo el despeñadero a donde se precipitan ya de por sí.
Xavier no llegó a la puerta solo, con él desfilaron sus incondicionales Oscar Valle Portilla y Sebastián Pérez, ambos ya habituados a caminar en lares desconocidos, sin generar arriago ni identidad, como quien entra a una casa ajena, solo de paso.
Algo parecido les sucedió en la del PAN, y de ahí salieron por el patio trasero con un proyecto fallido.
Arrinconados en una esquina de la sede, esperaban junto a la presidenta del DIF, Nancy Puente Orozco, el paso de Mario Delgado y Xavier Nava, minutos antes del anuncio que casi casi lo impone como el abanderado de la 4T a la que repudió desde su investidura como Alcalde.
Pero si de invasiones a casas ajenas hablamos, nadie olvida su participación en los movimientos anarquistas de Palacio Nacional, cuando munícipes de todo el país exigían mayor presupuesto dando de patadas a la puerta y amenazando incluso con quemarla si no eran recibidos por el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Aquella violenta irrupción de Xavier no fue la única que le vincula con movimientos opositores al fundador del partido que ahora lo encumbra, también se ha dado cuenta de su mano en las manifestaciones de Frenaa en San Luis Potosí, para exigir la renuncia del Presidente y hay evidencias de las duras críticas que Nava vertió contra el gobierno del tabasqueño.
Para los precursores del López Obradorismo no hay mayor afrenta y aún les quedan energías para hacérselo saber, si bien ya no confían en el buen juicio de su dirigencia nacional, se alistan para cobrar la factura en las urnas.
La advertencia está hecha.
Hay alguien que desde su tumba dejó de sentirse orgulloso. Ahora la pena y disgusto rondan su sepulcro.