San Luis Potosí sigue a merced de dos pandemias: Covid e inseguridad. La primera asfixia hasta la muerte, la segunda también, y en ninguno de los dos casos parece haber fin, ni un manejo adecuado de las autoridades. La sangre salió a borbotones sobre la carretera 57, se cegó la vida de cuatro jóvenes, otros más luchan en hospitales públicos. Muy seguramente, hoy volveremos a escuchar la letanía de los mandos policiacos cuando respondan a los cuestionamientos: “la inseguridad sucede en todo el país, en San Luis seguimos por debajo de la media nacional, todo es por la pelea entre células del crimen organizado, disputan territorio”, etc., etc., ¿A alguien le parece justificable? Porque no lo es.
El Estado sigue bajo el yugo del terror, criminales devoran la poca tranquilidad que queda a las familias y entre la autoridad no vemos ni un ápice de decencia para ceder el espacio a gente realmente capaz de hacer frente al grave problema que tenemos encima, o ir más allá de hacer operativos “caza enfiestados” los fines de semana, para referencia basta ver las decenas de patrullas montando filtros anti alcohol no muy lejos de donde ocurrieron los sangrientos atentados. Olvidan que la delincuencia no conoce de burocracia y ataca en cualquier día, hora y lugar.
No solo es insultante la displicencia que muestra el responsable de Seguridad en San Luis, Jaime Pineda Arteaga, sino una burla para quienes continuamente recorren esa zona de la muerte y saben que al menos en medio kilómetro están instalados table dance, cantinas, salones de baile, antros, bares, botaneros y cuanto sinónimo se nos ocurra, conoce el área y los riesgos latentes, pero no actúa.
También sabemos que no es el primer ataque armado, atentado o amenaza que ocurre en esa trayectoria, incluidas hieleras con cabezas humanas y ráfagas de grueso calibre contra varias de esas negociaciones. Son antecedentes que el comandante Pineda conoce mejor que cualquiera, pero ni así ha enfrentado la responsabilidad que tiene como policía preventivo y cuando se le cuestiona, solo atina al deslinde, ataca o lava culpas escudado en la generalidad de la violencia, pero de admitir fallas en sus estrategias, ni quien se atreva a mencionarlo.
¿En serio cree poder dar una explicación razonable hoy? El terror se vivió así: en menos de 10 minutos, un reducido grupo de delincuentes desató el infierno y nadie pudo verles el rastro. Al menos no sus muchachos, porque las unidades de esta corporación demoraron poco más de 15 minutos en llegar y por supuesto, no hubo “esfuerzo” que rindiera frutos en la búsqueda de los homicidas.
El primer ataque quedó registrado a las 10:25 de la noche. Los fuegos artificiales en honor a la virgen de Guadalupe se confundían con las metrallas escupiendo fuego en el antro de vicio Calígula y, simultáneamente, otro grupo de gatilleros detuvo el tráfico con sus ráfagas frente a Los Maderos de San Juan, a menos de un kilómetro. En la zona, ninguno de los testigos logró detectar una sola unidad de Policía Estatal o Municipal, la última comandada por Edgar Jiménez Arcadia, quien, por cierto, tampoco se apareció pese a lo grave de esta sacudida.
Sobra decir que la Fiscalía del Estado, que dirige el recién mangoneado Federico Garza Herrera, procedió a abrir su enésima carpeta de investigación por los hechos, asentó cuatro muertes oficiales (aunque el fin de semana cerró con seis en esta ciudad) y brindó pormenores de los lesionados, pero no más que eso. Ni un solo responsable en manos de la justicia por estos hechos, así como muchos otros perpetrados durante su gestión.
De la pandemia Covid 19 también hay que acordarse. La Secretaría de Salud debería poder explicar cómo es que estos giros de convivencia social nocturna operan impunemente en plena curva ascendente de la pandemia, porque no es desconocido que los más de 3 mil muertos en San Luis son indicio de que algo grave ocurre y –se supone- que no habría ningún tipo de concesión. Hoy, hay más hogares potosinos de luto, jóvenes que se aprestaban a un momento de diversión, recibieron los estertores de la muerte y ni siquiera alcanzaron a entender lo que sucedió.
Con esa estela de sangre terminó el antepenúltimo fin de semana para la capital potosina y se ve complicado que las cosas se compongan con la presencia de al menos seis grupos delincuenciales acechando el territorio, no solo lo advirtió la Secretaría de Marina en marzo de este año, sino que brindó todo el apoyo e información a los involucrados en el tema para tomar acciones conjuntas, de lo que no se ha visto nada. Lo siguiente han sido meses de asesinatos, verdaderas carnicerías por las cuatro zonas del estado y hasta mensajes de advertencia contra mandos policiales que responden no temer, pero la reinante impunidad, dice otra cosa.
Explicaciones se deben muchas, quizá los mandos se tomaron el tiempo de pensar alguna treta que declarar. Periódico Momento intentó, en vano, conocer una respuesta en lo inmediato y no fue posible localizar a los mandos de seguridad porque parece que no laboran en domingo.
Esperamos el momento de su verdad. Ustedes juzguen.