Por un lado, tenemos un hecho comprobado: un campo de exterminio utilizado por los grupos delincuenciales para reclutar individuos y, en lugar de despedirlos como en cualquier trabajo, se daban el gusto de asesinar a quienes no les servían y luego quemaban sus cadáveres. De esto hay evidencia: se encontraron restos óseos y objetos personales, entre los cuales destacan 400 pares de zapatos.
Por otro lado, tenemos una acusación directa contra un diputado, exgobernador del estado de Morelos, Cuauhtémoc Blanco, celebridad por haber sido futbolista de la selección nacional y estrella del América. La acusación quedó en vilo debido a que el señor ostenta un fuero federal concedido por su cargo como diputado. Se podría remover dicho fuero para que enfrente a la justicia, pero los legisladores de Morena, el Partido Verde y el PRI se opusieron a esta acción, dejando a una víctima de violación sin la justicia que merece.

De un lado, tenemos a un culpable protegido por el parlamento; del otro, ni siquiera un nombre a quien responsabilizar por lo sucedido en el rancho Izaguirre de Teuchitlán. Y así como sabemos que hay otros campos de exterminio en toda la República, también sabemos que existen individuos señalados por crímenes y delitos, protegidos por el fuero y la bendición del alto jerarca, Andrés Manuel López Obrador. Porque si no tienes esa bendición, sí procede tu desafuero, como ocurrió con el diputado Saúl Huerta, también de Morena, quien, tras ser acusado de violar a un menor, enfrentó a la justicia y fue declarado culpable. Claro, un juez anuló algunas evidencias, por órdenes de “arribita”, por supuesto.
Así que, en contraste, vemos que cuando el culpable es anónimo, no hay justicia, aunque la evidencia se desborde gracias a las valientes madres buscadoras. Pero cuando hay culpables identificados y pruebas contundentes, los rastreros políticos de la 4T los protegen como si fueran intocables, con trato preferencial por obra y gracia de los altos mandos.
También es de notar cómo el PRI se vendió para proteger a su líder, Alito, a quien, sin duda, le tienen una buena ringlera de evidencias de algún hecho delictivo. Lo tienen agarrado de sus partes nobles para que haga y diga lo que a Morena le conviene. Esta bien podría considerarse la toma hostil del partido hegemónico, hoy en agonía. Este monero piensa que ya es hora de que esa institución desaparezca y sus miembros migren a otros partidos o formen una nueva fuerza política que se ostente de ser “central”, para que ni izquierda ni derecha gobiernen por un tiempo.
Pero también sueño que un día me encontraré un cofre lleno de monedas de oro. No sé cuál sueño ocurrirá primero.