San Luis Potosí, S.L.P., domingo 10 de agosto de 2025.– San Luis Potosí cuenta con 256 mil 468 personas hablantes de alguna lengua indígena de tres años o más, lo que representa el 10.6 % de su población, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). En la entidad se registran 41 lenguas, siendo las más habladas el náhuatl (55.1 %), el huasteco (38.8 %), el pame (4.4 %), así como el otomí y mixteco (0.1 % cada una). Los municipios con mayor concentración de hablantes son Tamazunchale (15 %) y Aquismón (12 %).
Sin embargo, las cifras más recientes de la Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS) revelan una realidad preocupante: 28.2 % de las personas indígenas en México reportó haber sufrido algún acto de discriminación en el último año, cifra superior al promedio nacional de 23.7 %. Entre los principales motivos destacan la forma de vestir (31.1 %), el ser indígena (29.7 %) y la religión (26.3 %). Además, solo 18.2 % cuenta con un contrato laboral y apenas 37.4 % tiene acceso a servicios de salud, niveles muy por debajo de la media nacional.
En San Luis Potosí, estos datos adquieren especial relevancia en el contexto de la preservación lingüística y cultural, ya que la vitalidad de las lenguas indígenas enfrenta amenazas múltiples: migración, discriminación y acceso limitado a servicios básicos. Especialistas advierten que es necesario fortalecer la educación intercultural, ampliar las políticas lingüísticas y cerrar brechas sociales para que las comunidades indígenas puedan ejercer sus derechos sin renunciar a su identidad.
En particular, las lenguas indígenas del estado corren el riesgo de un desplazamiento lingüístico progresivo, provocado por factores como la migración hacia zonas urbanas, donde predomina el español; la falta de transmisión intergeneracional en hogares jóvenes; y la escasa presencia del náhuatl, huasteco, pame y otras lenguas en medios de comunicación, servicios públicos y educación formal.
Aunque existen programas de educación intercultural y alfabetización bilingüe, su cobertura es limitada y, en muchos casos, insuficiente para garantizar procesos reales de revitalización lingüística. Para que estas lenguas sobrevivan, se requiere no solo su uso cotidiano, sino políticas públicas activas, sostenidas y culturalmente pertinentes.