Bajo riesgo de ser reiterativo, vale la pena no quitar el dedo del renglón en cuanto a los destrozos que la actual administración ha provocado a la Ciencia, Tecnología e Innovación, CTI, mexicana.

Si bien muchas aristas debían pulirse en la CTI, siempre para inducir mayor eficiencia, para revertir las debilidades en fortalezas, la actual administración, como en otros temas, ha desarticulado todo con una pretendida transformación que más luce como destrucción.

Insistir en el asunto es relevante por la importancia que tiene la CTI en el desarrollo de sociedades modernas, lo cual incluye salud, agua, economía, telecomunicaciones e internet, sostenibilidad energética, ecosistemas y medioambiente entre muchos temas más; note usted que se esa breve lista incluye aspectos relevantes como derechos humanos, pero no son los únicos.

Atraer la atención a la problemática en CTI, y a las políticas públicas en ésta, es un reto ante constantes eventos, en continuación de decisiones públicas: los incidentes aeropuertarios en una megaurbe de altísima densidad poblacional; la vertiginosa aproximación de elección presidencial; violencia a la población con focos rojos respecto de periodistas, mujeres e infantes; estanflación y carestía alimentaria; salud y vacunación, no sólo anti-COVID19 sino, además, sarampión y ahora con amenaza de brotes por hepatitis infantil y un larguísimo etcétera alimentado por ocurrencias mañaneras que ya no tienen el efecto de dominio de agenda pública sino sólo de pisarse sus agujetas.

Hay analistas que pronostican algunos decenios para recuperar la condición socio-económica que teníamos antes de 2018; hay quienes en salud diagnostican la necesidad de varios lustros para restaurarlo y así para la mermada confianza en instituciones como las fuerzas armadas; para las atender las afectaciones medioambientales se requerirán decenios.

La condición de la CTI requerirá entre 50 y 70 años para estar como estábamos hace un lustro; la razón es simple, la generación y aplicación del conocimiento no nos esperará, inclusive su aceleración es persistente y alcanzarle requerirá de un esfuerzo mayúsculo.

No sólo es actualizar infraestructura que ha caído en obsolescencia por falta de mantenimientos preventivo y correctivo, es, además, arrancar al cierre del primer cuarto de siglo con políticas públicas que retrasadas por inacción de pasadas administraciones, ahora están deshechas por la actual.

En esta columna hemos dado cuenta de la posible evolución de conexión WIFI a LIFI para logar acceso inalámbrico a internet; hemos comentado que falta normatividad para la presencia de taxis voladores, los cuales ya vienen y en algunos países empiezan a verse con relativa frecuencia; baterías de Sodio que sustituirán a las de Litio; diabetes y obesidad con todas sus implicaciones y complicaciones; y problemas de agua, su uso, reutilización y remediación.

En todos esos temas, y otros, nos quedaremos mucho mas atrás, así que no sólo es remediar lo dañado, reconstruir lo destruido, además es acelerar el paso, lo cual requerirá recursos humanos, financieros, materiales y estructurales.

La vanguardia del conocimiento y su aplicación nos dejará al 2024 como consumidores de la CTI global.

Tal situación afectará a varias generaciones de connacionales, a la población en general.

Conforme consumamos por adquisición los productos de la CTI se dirá que se garantiza el derecho a recibir los beneficios de ésta, ese derecho consagrado en la fracción V del Artículo 3º constitucional; empero México no habrá contribuido, sino con la autodestrucción de lo poco logrado, habrá hecho nada para que la población mexicana recibamos tales beneficios, seremos más dependientes.

El llamado es a no voltear la vista ante esta realidad, no sólo en beneficio de quienes ejercen como profesionales de la CTI, sino de la población entera.

Hay muchos frentes para la llamada sociedad civil; éste es otro para reparar y rehacer cuánto antes, sólo así generaremos nuestros beneficios.