Xu Jiajin, de 21 años, y Fan Weiqu, de 62, fueron ejecutados después de haber sido hallados culpables de actos que la corte calificó como “atroces”. Fan perpetró un atropello masivo en Zhuhai el 11 de noviembre, cuando embistió intencionalmente a un grupo de personas que se ejercitaban, causando 35 muertes y 43 heridos. El ataque, según los informes, estuvo motivado por su frustración personal tras un reciente divorcio.

Por su parte, Xu Jiajin llevó a cabo un ataque en un centro educativo de Wuxi el 16 de noviembre, donde mató a ocho personas e hirió a 17 con un cuchillo. El joven argumentó que sus frustraciones académicas y laborales lo llevaron a cometer el crimen, y la corte lo consideró responsable de un daño “especialmente grave” a la sociedad.

Ambos crímenes forman parte de una creciente ola de ataques indiscriminados en China, que han sido interpretados por algunos como actos de “venganza contra la sociedad”. Estos episodios suelen estar relacionados con disputas personales o problemas legales.

Aunque China no publica cifras oficiales sobre las ejecuciones, se estima que miles de personas son ejecutadas anualmente en el país, lo que lo convierte en el mayor ejecutor del mundo según organizaciones de derechos humanos.