El desastre nuclear de Chernóbil en 1986 dejó una profunda cicatriz en el planeta. Sin embargo, en medio de la desolación, la vida persiste de maneras sorprendentes. Un estudio reciente, publicado en Science Advances, revela un hallazgo fascinante: los perros que habitan la zona de exclusión han desarrollado adaptaciones genéticas únicas.
Estos animales, descendientes probablemente de mascotas abandonadas tras la evacuación, se han convertido en un objeto de estudio crucial para la ciencia. Investigadores de la Universidad de Carolina del Sur y el Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano analizaron el ADN de 302 perros que viven en diversas áreas de la zona, incluyendo las inmediaciones del reactor.
La comparación de su información genética con la de otros perros reveló diferencias significativas, especialmente en aquellos que viven más cerca de la planta nuclear. Estas variaciones, posiblemente producto de mutaciones inducidas por la radiación, sugieren un proceso evolutivo acelerado en respuesta al ambiente hostil.
Entre los hallazgos, destaca la marcada similitud genética entre los perros de Chernóbil, lo que indica una estructura familiar estable a lo largo del tiempo. Además, se encontró una conexión genética con los pastores alemanes, reforzando la teoría de su origen en mascotas domésticas.
Este estudio revela la asombrosa capacidad de adaptación genética de los perros de Chernóbil en un entorno de alta radiación. Sus implicaciones son significativas para la investigación sobre la exposición prolongada a la radiación, incluyendo escenarios como la exploración espacial, y desafían las ideas tradicionales sobre los efectos de la radiación en los seres vivos.