A 32 años de su fundación como mercado, creado en conmemoración de los 400 años de la ciudad de San Luis Potosí, el recinto que en su momento albergó las instalaciones de la feria hoy es solo un vestigio de su antigua gloria, subsistiendo principalmente gracias al área de comida y algunos locales de copias en el exterior.
El mercado San Luis 400 es un hito en la historia moderna de la ciudad. Sin embargo, los más jóvenes desconocen que este espacio, que hoy pasa desapercibido, fue tan relevante que la ruta perimetral o diagonal hacía parada obligatoria para que los compradores pudieran llevar sus mercancías en el transporte público.
Su historia comienza en 1992, durante los festejos por los 400 años de la fundación de San Luis Potosí, cuando varios lugares adoptaron ese número como distintivo. El mercado fue diseñado para establecer a los comerciantes ambulantes del centro de la ciudad, destacando por su arquitectura circular de cuatro entradas, un techo despejado que brinda iluminación natural, y capacidad para cerca de 800 establecimientos.
El estacionamiento del mercado es uno de los lugares más codiciados por los lavacoches, y se ha convertido en el predilecto para empleados del Poder Judicial del Estado. Sin embargo, el grafiti y la falta de mantenimiento han contribuido al deterioro de los locales exteriores, que han perdido la vitalidad de años anteriores.
Para los burócratas y abogados, el mercado es frecuentado más por las gorditas que se venden en el lugar que por su arquitectura o tradición. A excepción de una carnicería, una florería y algunos locales de regalos, la oferta se ha reducido principalmente a fondas. Sus años como espacio ferial desde 1997 han quedado atrás, y a sus 32 años, el mercado agoniza por la falta de mantenimiento e inversión, al punto de que incluso se ha propuesto convertirlo en estacionamiento.
Lejos de ser un centro atractivo para los visitantes, el mercado se ha convertido en un lugar que muchos evitan por temor a ser asaltados. Los muros y portones están cubiertos de grafitis, y los pasillos oscuros y laberínticos reflejan el deterioro del recinto. El aspecto descuidado del lugar aleja a muchos compradores potenciales, quienes prefieren otras opciones más seguras.
Aunque el mercado está rodeado de escuelas, oficinas burocráticas y centros de trabajo, los puestos ambulantes en el exterior de los juzgados tienen mejor aceptación que las fondas al interior. El mercado, que debería ser un símbolo de vitalidad, parece en cambio deteriorarse cada día más, acercándose a su último respiro.