Isabel Segura

En el año 1735 la República de San Miguel estaba conformada por 53 familias gobernadas por el Sr. Juan Macario, quien además era el Gobernador del Barrio de San Miguelito.

Al poniente de la Iglesia del barrio existía un pequeño camino, en ese lugar apenas había un par de casas y en una de ellas vivía una mujer de nombre Mariana, quien no era bien vista por la comunidad, ya que había sido expulsada de San Sebastián, Tlaxcala y Tequisquiapan. Mariana era una mujer aparentemente de 40 años, de pelo largo, oscuro y rizado, decían que sus ojos eran cautivadores.

A pesar de todo Mariana era visitada por los habitantes, pues realizaba bebidas curativas o en otros casos brebajes que hacían enfermar a la gente.

Los rumores llegaron a oídos de Juan Macario, por lo que decidió encaminarse a la casa de ese callejón en compañía de dos ayudantes, quienes al entrar a la casa encontraron muñecos de trapo atravesados con espinas, plumas amarradas y polvos. Macario decidió llevar a Mariana a la cárcel para mujeres, para días después acusarla de brujería e idolatría.

Mariana solicitó hablar con Macario, al principio él se resistía a acudir al llamado, hasta que un día la visitó y finalmente decidió dejarla libre ante el asombro de todos. Con el pasar de los días el comportamiento de Macario comenzó a cambiar e incluso tomó para sí el dinero que se recaudaba a la población y más tarde abandonó a su esposa y se fue a vivir a con Mariana.

El pueblo se enteró de lo ocurrido y acudieron a la iglesia, y molestos por todos los robos cometidos por Macario acudieron al hogar de Mariana; lanzaron piedras contra la casa exigiendo que les entregarán lo robado, hasta que por la puerta principal salió un caballo percherón negro con ojos rojos como el infierno y con un respirar horrible provocando que la gente saliera huyendo de ahí.

Más tarde un fraile de nombre Joaquín, preocupado por el destino de Macario decidido ir a la casa de Mariana donde encontró al gobernador del barrio de San Miguelito en el suelo, lleno de golpes y a punto de morir. De la bruja Mariana no se supo más, pero se cuenta que aún en nuestros días en algunas calles del barrio se puede escuchar el galopar y los relinchidos de aquel diabólico caballo