San Luis Potosí, sábado 19 de abril de 2025.- En el corazón del emblemático barrio de San Miguelito, un grupo de artistas plásticos lleva más de 15 años transformando papel, engrudo y carrizo en arte que arde: calaveras, alebrijes y judas que encienden no sólo festividades tradicionales, sino también la conciencia social.
Se trata del colectivo La Cartunera, un taller autogestivo que ha hecho de la cartonería un acto de memoria, resistencia y expresión creativa.
“Empecé con talleres en San Sebastián, con una maestra, y después estudié artes plásticas”, cuenta Alejandra (Gato Verde), integrante del colectivo. “Nos fuimos juntando por el gusto de crear, con la intención de transformar basura en arte”.
Desde entonces se ha consolidado como un referente en la preservación y reinvención de las tradiciones populares mexicanas. Sus piezas no sólo iluminan las calles durante Día de Muertos o Sábado de Gloria; también alimentan la identidad barrial y siembran creatividad entre niños y adultos a través de talleres.

“A veces damos talleres para adultos, otras para niños. Queremos enseñar que desde una pieza tan simple como un periódico y engrudo, puedes crear algo que represente a tu colonia, a tu barrio, a ti mismo”, dice Alejandra. “Aunque se hagan catrinas en todos los barrios, nunca son iguales. Cada una tiene su cultura”.
Arte con mensaje y fuego
Uno de los rituales más emblemáticos del colectivo es la Quema de Judas, una práctica que remite a la expulsión simbólica del mal, pero que a lo largo del tiempo ha mutado hacia la crítica política y social.
Felipe Arredondo, maestro cartonero, explica:
“El judas viene de la tradición judeocristiana, del traidor. Pero en México se transformó en una forma de exorcizar males sociales a través del fuego. Es una pena que muchas instituciones quieran coartar esta parte crítica, cuando justamente ahí está su potencia”.
Felipe narra que la tradición de la quema se ha ido resignificando y que no siempre se trata de personajes públicos, a veces es algo más personal.
“Una vez alguien hizo un Judas que representaba a su exnovio; otra, una injusticia laboral; o simplemente algo que le causaba enojo. Es una manera catártica de soltarlo todo”.

Sin embargo, reconoce que el proceso de creación es demandante.
“He hecho piezas en tres días, pero también hay figuras que tardan hasta dos meses. El carrizo es complicado de trabajar, hay que cortarlo, pelarlo, tejerlo. Y el periódico cada vez escasea más”.

Del boceto al estallido
Los talleres que imparten también buscan encender la imaginación desde el primer trazo. En lugar de copiar personajes famosos, se motiva a los niños a crear desde sus propias ideas.
“Yo doy talleres de alebrijes. Les pido que primero hagan un boceto, aunque luego no se parezca mucho a la figura final. Lo importante es que venga de su imaginación”, dice Alejandra. “Una calavera puede ser burguesa, un roquero, lo que ellos quieran. Pero que sea suya, no una copia”.
Cada figura tiene sus características: un alebrije debe ser amorfo, con colores y formas exageradas; una calavera puede llevar crítica o sátira; y los judas, hechos exclusivamente de carrizo, papel y cartón, deben respetar ciertas normas tradicionales, tanto por seguridad como por herencia.

“No puede llevar alambre, ni fierro. El carrizo permite que truene bien. Y sí, puede doler quemarlo, pero esa es su finalidad: estallar”, comenta Felipe.
Uno de los objetivos del colectivo es devolverle la quema de judas a la gente. Felipe lo llama “la otra quema de judas”, una iniciativa que busca sacar esta tradición del control institucional y regresarla a la comunidad.
“No queremos que la quema sea sólo para museos o dependencias. Queremos que vuelva a ser del pueblo. Por eso organizamos quemas en espacios como la Pulquería Flor de Mexquitic, donde se mezcla la convivencia, el arte y la crítica”.
Este año, se preparan para quemar cinco o seis judas ahí mismo, además de ofrecer talleres de máscaras para niños y adultos, con un costo accesible y material incluido. Las actividades inician a las 4:00 pm. en la comunidad de Milpillas.
Del barrio al museo
Aunque su esencia es efímera una pieza puede tardar meses en hacerse y sólo minutos en arder.
“Algunas creaciones de La Cartonera han trascendido. Tenemos piezas expuestas en el Museo Casa Azul de Frida Kahlo, de los años 30 o 40. Si se cuidan, duran”, cuenta Felipe.
Entre las más grandes que han hecho destaca una calavera de seis metros y un Judas de cuatro metros y medio, ambos armados por secciones. Para el Día de Muertos, producen en promedio 20 piezas de distintos formatos, iniciando desde mayo con los bocetos y diseños.

Resistencia con engrudo
La Cartonera es más que un colectivo de artistas: es un núcleo de resistencia cultural, un refugio de tradición, y un laboratorio de imaginación popular. En cada alebrije, calavera o Judas que crean, están los trazos de un México que no olvida, que celebra y que arde con dignidad.

“El fuego no solo destruye, también purifica”, concluye Felipe. “Y en cada trueno, algo se libera”.