El 7 de enero de 1986 marcó el fallecimiento de Juan Rulfo, una de las figuras más influyentes de la narrativa mexicana. A 39 años de su partida, su obra sigue siendo referente mundial gracias a su capacidad para fusionar la tradición oral y escrita, abordando temas como la memoria, la muerte y el olvido.
Juan Rulfo nació en San Gabriel, Jalisco, en 1917, en una familia que enfrentó dificultades económicas tras la muerte de sus padres. Este contexto marcó su perspectiva creativa y personal, misma que plasmó en sus relatos. Su llegada a la Ciudad de México en 1935 fue clave para su desarrollo, aunque su camino literario no fue inmediato. Estudió en la UNAM como oyente y trabajó en la Secretaría de Gobernación, donde comenzó a escribir relatos que eventualmente serían publicados como El llano en llamas en 1953.
El reconocimiento mundial llegó con Pedro Páramo en 1955, considerada una obra maestra que renovó la literatura nacional. Escritores como Kenzaburo Oé y Mo Yan han destacado la importancia de esta novela, traducida a más de 50 idiomas. La crítica ha elogiado su narrativa por su originalidad y profundidad, al igual que otras de sus obras, como El gallo de oro, llevada al cine por Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes.
Además de escritor, Rulfo destacó como fotógrafo y guionista. Su interés por el cine lo llevó a colaborar en proyectos como El despojo y La fórmula secreta. En todos sus trabajos, la imagen, ya sea visual o literaria, fue un elemento clave para transmitir la esencia de México y sus historias.
El legado de Rulfo ha sido reconocido con múltiples premios, entre ellos el Xavier Villaurrutia y el Príncipe de Asturias. Su nombre permanece vivo a través del Premio Bellas Artes de Primera Novela Juan Rulfo, instaurado en 1980. Hoy, a 38 años de su muerte, se le recuerda no solo como un renovador de la literatura mexicana, sino como una figura que dejó huella en la cultura universal.